Encendamos un fuego por las setenta y seis vÃctimas de Utoya y Oslo, un fuego por la mayor de las vÃctimas, el propio asesino. Encendamos un fuego en las islas del Norte, en las del Sur, para que nadie desembarque y masacre. Por aquellos ignorantes que urden la muerte en apartadas granjas, por aquellos desalmados que llenan de sangre roja los bosques verdes, las aguas heladas, por quienes quieren acabar con las costas, con los veranos de la vida, con un mundo más justo, más cordial y colorido…, para que cedan en tamaño desatino. “Nuestras ideas siguen vivas. Volveremos a Utoyaâ€, prometÃa un emocionado dirigente de las juventudes laboristas. Nosotros queremos ir con ellos. Sellemos compromiso antes de que lo borre la otra marea más heladora del olvido. Volveremos a las Utoyas de todas las latitudes, a las Itacas del ayer y del mañana, proa siempre a un mundo más hermano. A pesar de los ciegos alquimistas de las muertes masivas, no renunciaremos al anhelo de una tierra más solidaria, no renunciaremos a reunir al atardecer leña seca, a encender un fuego junto al ancho mar y soñar con una humanidad de culturas y civilizaciones abrazadas. Hace pocos meses, Japón nos ganaba con sus lecciones de paz y serenidad ante la catástrofe. Ahora una Noruega generosa, abierta, la releva en maestrÃa. “Nunca renunciaremos a nuestros valores. Nuestra respuesta es más democracia, más transparencia y más humanidad…†clamaba su primer ministro, Jens Stoltenberg. Por la Noruega que, en palabras de la escritora Asne Seierstad, “desea seguir confiando los unos en los otrosâ€, impidiendo que la sospecha se instale donde antes vivÃa la confianza; por quienes, tal como ella apunta, no claudican, desean mantener una actitud abierta, acogedora y se resisten a perder su edén. Por el paÃs que llora y no odia, por la nación de los policÃas sin pistolas, por la muchedumbre que levanta las flores al viento y a la esperanza, por las islas, entre las aguas heladas, que volverán a ser paraÃsos. * Inspirado en la oración de Lanza de Vasto |
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